jueves, 7 de octubre de 2010

LOS MAPUCHE: La ceremonia de curación o "machitún"

Cuando alguien enfermaba, se recurría a un curandero llamado machi. En el siglo XVI por lo general este era un hombre que se vestía y actuaba como mujer. Se le atribuían poderes sobrenaturales, ya que podía, como todos los chamanes, comunicarse con los espíritus. Vivía en una ruca aislada que sobresalía de las demás por tener al frente un rehue o poste sagrado.
Al llegar a la ruca del enfermo, donde se hallaban expectantes los parientes, el machi colocaba hojas de canelo, el árbol sagrado mapuche, y las encendía, mientras cantaba y danzaba alrededor del paciente al son del cultrún o tambor sagrado, para invocar la ayuda de los pillanes bienhechores. Cuando la ruca estaba llena de humo, se arrodillaba sobre el paciente, clavando en su pecho un cuchillo. Hurgaba en el interior del cuerpo hasta extraer la causa del mal, representada por lagartijas o insectos, que mostraba a los parientes, asegurándoles haber descubierto al culpable de la enfermedad. Luego cerraba la herida sin que quedara rastro de ella y recetaba hierbas medicinales (boldo, bailahuén, laurel, culén y otras cien especies más). En realidad, el machi no "operaba" al paciente. Usando sus conocimientos de hipnotismo y prestidigitación, creaba un fenómeno de alucinación colectiva.
Si el paciente fallecía, su cadáver era ahumado a fin de velarlo durante varios días, en los cuales demostraban con gritos y lágrimas la tristeza que les provocaba su partida. Cuando ya su nombre no era pronunciado, lo enterraban vestido con sus mejores ropas, acompañado de cántaros con alimentos, chicha, adornos y armas, para que, ya transformado en pillán, protegiese desde el "más allá" a sus deudos. Por lo general los depositaban en el suelo, cubriendo el cuerpo con tierra.  Luego consultaban a un dunguve o adivino, para que identificase al culpable. Una vez individualizado, los parientes del muerto indicaban sus preparativos para vengar la ofensa recibida, tomando la justicia en sus manos. Si no recibían una compensación adecuada, atacaban al linaje del malhechor con el objeto de matar al culpable. Así, los grupos familiares mapuche mantenían rencillas que les impedían unirse para conformar un verdadero pueblo.

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