martes, 10 de agosto de 2010

Selk'nam, cazadores terrestres insulares


La isla grande de Tierra del Fuego estaba habitada por los Selk'nam, llamados Onas u "hombres del norte" por sus vecinos Yámanas.
Desconocían el arte de navegar, por lo que se supone que ya estaban en esta isla cuando se formó el estrecho de Magallanes, que la separó del continente. Vivían de la caza de guanacos, zorros y aves; recolectaban huevos y gran cantidad de vegetales silvestres. En los roqueríos costeros pescaban, mariscaban y cazaban animales marinos.
Disponían de una amplia variedad de alimentos, por lo que su población era numerosa. Ello los llevó a dividirse en grupos de parientes que tenían su propio territorio, lo cual provocaba guerras cuando estos eran invadidos por personas ajenas al linaje.
Para cazar empleaban arcos de grandes dimensiones (1,60 metro) y lanzas. Las flechas eran transportadas en n carcaj colgado a la espalda. Pescaban con redes y anzuelo, y vestían una capa de cuero de guanaco o zorro previamente curtida, con la piel hacia afuera. Si había mucha nieve, cubrían sus pies con una especie de mocasines de cuero.
Aunque eran nómades, varias familias solían vivir en un mismo lugar. Sus toldos estaban conformados por un armazón de ramas ligeramente entrecruzadas, cubierto por cueros.
Cuando iban de un lugar a otro, pasaban la noche a campo descubierto y levantaban un paravientos con ramas y cueros, a fin de proteger la hoguera que los calentaba.
Tenían perros domésticos que les acompañaban en sus desplazamientos. Los hombres iban con las armas alistadas, para repeler cualquier ataque de enemigos o para cazar animales; las mujeres arrastraban las escasas pertenencias, entre las que se encontraban canastos de fibras vegetales y recipientes de corteza de árboles.
Acostumbraban depilarse el cuerpo con conchas y untarlo con grasa de lobo marino. Ambos sexos solían colocarse especies de collares y brazaletes de concha, huesos o piedras, y adornarse con penachos de plumas.
personaje importante dentro de su organización eran los Chamanes, a quienes se atribuían poderes sobrenaturales. Ellos actuaban como curanderos, sanando enfermedades; magos, encantando con sus canciones a las ballenas para atraerlas hacia la playa, o brujos, para provocar el mal a los enemigos.
Las creencias mágico-religiosas de los selk'nam eran bastante complejas. Presididos por el chamán, practicaban varios ritos de pasaje, o ceremonias destinadas a celebrar el paso de una etapa de la vida a otra. La más importante era llamada hain y se realizaba cuando los hombres y mujeres pasaban de la niñez a la pubertad.
El hain masculino era una especie de escuela donde aprendían a ser hombre. Su parte más importante era el klóketen, ceremonia secreta en la cual se les contaba que, antiguamente, cuando los hombres maltrataban a las mujeres, eran asustados por horrendos espíritus cubiertos por espantosas máscaras, que los obligaban a pedir perdón. Y que cierto día un cazador descubrió que los espíritus eran mujeres disfrazadas y se lo contó al resto. Que entonces decidieron dar muerte a todas las adultas, y conservar solo a las más pequeñas, que no conocían el secreto, y ellos disfrazarse de espíritus para mantenerlas sumisas. Cada vez que se portaban mal, se les aparecían "espíritus" con horribles máscaras, lanzando atemorizadores aullidos. Ninguna resistía estas apariciones y procuraban no merecer tal castigo.
Creían en la existencia de un ser supremo, Temáukel, que habitaba un luminoso lugar más allá del cielo. Pensaban que las estrellas eran agujeros por donde Temáukel vigilaba el comportamiento de sus criaturas.
Era costumbre muy difundida entre salk'nam, kaweshkar y yámanas pintarse el rostro y el cuerpo con rayas y motivos geómetricos de distintos colores. Así cuando estaba por nacerles un hijo, los hombres del primer grupo solían cubrirse de color rojo la cara y adornarse con plumas blancas el hombro derecho y el pecho. Al momento de fallecer un miembro de la familia, todos se coloreaban el rostro de negro. Los yámanas se pintaban cara y cuerpo con tintes rojos, blanco y negro. El primero se utilizaba durante las ceremonias rituales; el blanco simbolizaba la paz, y el negro, el dolor por la muerte de un pariente. Los selk'nam empleaban los mismos pigmentos para denotar un estado de ánimo similar y agregaban motivos azules, verdes y amarillos para mostrar su condición de solteros, casados o viudos, respectivamente.
Los selk'nam practicaban una costumbre denominada couvade en francés, o covada; de acuerdo con la misma, cuando su esposa daba a luz un hijo, el hombre sufría todos los dolores del parto y posparto. Ella paría sola, cerca de un río o la costa. Tras cortar el cordón umbilical y bañarse con el recién nacido, acudía a la choza, donde su marido se retorcía de dolor, cuidándolo, consolándolo y alimentándolo hasta que terminaban sus penurias.
Los onas dividieron la Isla Grande de Tierra del Fuego en numerosos territorios llamados haruwen (tierra) en lengua selk'nam, en cada uno de los cuales vivían grupos ligados por parentesco. Debido a la remota ubicación geográfica, fue una de las pocas zonas en el mundo donde los pueblos originarios pudieron mantener su cultura durante mucho tiempo. Se calcula que en 1880, al llegar el hombre blanco, había una población de 5.000 onas; en 1905, de 500, y 50 en 1920. Hoy solo quedan unos pocos descendientes.

jueves, 29 de julio de 2010

Yámanas o Yaganes

Al sur del estrecho de Magallanes y hasta el cabo de Hornos navegaban otros nómadas del mar, que en su lengua se autodenominaban Yámanas, lo cual significa "seres humanos". También se les conoce como Yaganes.
Incursionaban por los canales e islas llegando hasta las costas de Tierra del Fuego, donde trababan contacto con sus habitantes, los selk'nam. Sus embarcaciones también las construían de corteza de árbol, sobre todo roble. Tenían casi cinco metros de largo y uno de ancho en la parte central, y eran desplazadas por la mujer con un solo remo.
Debido a las condiciones de habitabilidad de las islas del sector, los yámanas pasaban más tiempo en tierra que los kaweshkar. Levantaban toldos cónicos con un armazón de ramas cubierto de pieles, cavando el piso interior para dejarlo a un nivel más bajo que el de la tierra, a fin de defenderse del frío y los vientos. Al medio de la vivienda mantenían una fogata siempre ardiendo. También cubrían su cuerpo con grasa de lobo marino, por lo que su vestimenta se reducía a una corta capa de pieles que les llegaba hasta la cintura. Las mujeres usaban un pequeño taparrabo del mismo material. Durante los meses nevosos, cuando estaban en tierra calzaban mocasines de piel.
Como todos los pueblos del sur, eran expertos fabricantes de cestos, que utilizaban para guardar sus pertenencias, alimentos y trasladar objetos.
Al igual que los kaweshkar, con quienes compartían muchas de sus costumbres y formas de vida, les gustaba llevar adornos, como collares hechos con cuentas de concha o con huesos; pulseras de cuero y diademas de plumas. Ellos no indicaban diferencias sociales, como en otros pueblos, pues al vivir tan aislados entre sí no reconocían más jefe que al padre.
La eventual varazón de una ballena en la playa les daba la ocasión para pasar varios días en la tierra firme. Entonces, construían chozas en forma de colmena, con armazón de ramas recubierto de pieles y pasto. Luego encendían una fogata, para avisar a otras familias y compartir la abundante comida que les regalaba la naturaleza. En esas reuniones los grupos familiares, que pasaban gran parte del año sin verse, se contaban sus historias y recordaban a los antepasados. Allí también aprovechaban de concertar rápidos matrimonios, pues los jóvenes no sabían cuándo volverían a encontrarse. Terminado el banquete, el novio se iba con el padre de la novia hasta que nacía el primer hijo. Cuando enfermaban o cuando la mujer estaba próxima a dar a luz, levantaban su simple choza en una isla por el tiempo que fuese necesario. Si el enfermo fallecía, dejaban en el lugar la armazón de ramas con un trozo de cuero negro flameando al viento, para señalar a sus congéneros que allí moraban los malos espíritus.
A pesar de ser grupos étnicos muy simples en sus tecnologías, kaweshkar y yámanas tenían una compleja creencia religiosa, pues adoraban a un ser supremo invisible, creador y ordenador de los hombres y la naturaleza. Los primeros le denominaban Cholass y los segundos, Watauinewa.
Además suponían que el espíritu de los muertos, cuyos cadáveres enterraban en el suelo de las chozas donde habían fallecido, se dirigía hacia una especie de paraíso, en el cual siempre brillaba el sol; allí iban también los espíritus de quienes morían por inmersión en las heladas aguas sureñas.
Con el correr del tiempo, la llegada de extranjeros (cazadores de lobos marinos, buscadores de oro y agricultores que se asentaron en el antiguo territorio yámana) alteró drásticamente sus modos de vida, su hábitat y sus costumbres. Hacia 1890, ya existía una colonia de más de 300 croatas en dichos parajes.

lunes, 21 de junio de 2010

Los Kaweshkar o Alacalufes


Al sur de los Chonos, y hasta el estrecho de Magallanes, habitaban los Alacalufes. En su lengua, hoy casi desaparecida, estos se autodenominaban Kaweshkar, que quiere decir "hombre", gentilicio que los identificaba como miembros del grupo que navegaba en aquéllos sectores.

A diferencia de sus vecinos del norte, los Kaweshkar eran verdaderos nómadas del mar. Navegaban entre canales y fiordos que serpenteaban islas y archipiélagos casi inhabitables, pues la mayoría carecía de agua dulce y los árboles llegaban hasta la misma costa, dificultando su acceso.

Su verdadero hogar lo constituía la canoa, hecha de corteza de árbol cosida a un armazón de palos. Era lo suficientemente amplia como para albergar a la familia nuclear, conformada por cuatro o cinco personas: el marido, una o dos esposas y un par de hijos, además de un perro. En su construcción colaboraban el suegro y el yerno, pero pertenecía a la mujer, constituyendo el espacio privado femenino. Ella remaba y los hijos se preocupaban de mantener viva la fogata. Colocada sobre una capa de musgos, esta ardía en uno de los extremos de la embarcación, protegida con un toldo de cuero.

El fuego les permitía calentar sus alimentos, que en gran porcentaje provenían del mar (moluscos, crustáceos, peces, lobos marinos) y aves. Choros, cholgas y almejas se abrían con el calor, por lo que no requerían de instrumentos especiales para separar las conchas. También constituía, en la noche, una fuente de abrigo y una buena señal para evitar el choque entre dos canoas que coincidían en el mismo lugar.

Cuando amanecía, la mujer remaba hacia los roqueríos de las islas, para dejar al esposo e hijos varones. Estos permanecían allí todo el día, cazando o pescando. Además, solían recolectar raíces y plantas silvestres, aunque no eran muy aficionados a los alimentos de origen vegetal. La mujer, en el intertanto, dirigía su canoa hacia aguas bajas, donde mariscaba o buceaba con un canasto colgando al cuello, para extraer langostas y erizos. Esta tarea era solo femenina, pues los hombres no sabían nadar. Poco antes del anochecer, remaba hasta donde estaban su marido e hijos, para recogerlos, comer y pasar la noche en la canoa. Si esta se volcaba a causa de tormentas o vientos, los varones morían ahogados. Para protegerse del frío, cubrían sus cuerpos con grasa de lobo marino. Por eso andaban casi desnudos a pesar de las bajas temperaturas. Una especie de capa de cuero de nutria o de lobo marino, anudada al cuello, los protegía de las frecuertes lluvias.

A la llegada de los Españoles se calcula que había alrededor de 2.500 Alacalufes; se estima que en la actualidad aún quedan sobrevivientes mestizos de este pueblo, siempre dedicados a la busqueda de alimentos en las costas y mar, a bordo de canoas y también de botes copiados o comprados.

martes, 15 de junio de 2010

Chonos


Este grupo ocupaba la costa comprendida entre el golfo de Penas y la península de Taitao. Su forma de vida no difería mucho de la de otros grupos canoeros, por cuanto en ocasiones también se establecían en la costa si las condiciones climáticas así lo permitían. Allí construían sus viviendas, en cuya construcción empleaban ramas y cueros. Su alimentación también se basaba en la pesca, recolección de mariscos y algunos vegetales y aves. Estas condiciones hicieron que estos grupos no fuesen muy numerosos.

viernes, 11 de junio de 2010

Changos


En la costa norte, y hasta las inmediaciones del río Aconcagua habitaban los changos, desplazándose de un lugar a otro. Para ello utilizaban sus balsas, confeccionadas con los cueros de cuatro lobos marinos que eran cosidos con los intestinos de los mismos animales. Una vez unidos, los inflaban. Deambulaban por las caletas, donde se establecían para procurar sus alimentos, por lo general mariscos, peces y algunos vegetales que crecen en la costa.

Sus herramientas, anzuelos y arpones, los fabricaban con huesos o conchas de moluscos, mientras que las redes, necesarias para la pesca las hacían utilizando fibras vegetales.