lunes, 21 de junio de 2010

Los Kaweshkar o Alacalufes


Al sur de los Chonos, y hasta el estrecho de Magallanes, habitaban los Alacalufes. En su lengua, hoy casi desaparecida, estos se autodenominaban Kaweshkar, que quiere decir "hombre", gentilicio que los identificaba como miembros del grupo que navegaba en aquéllos sectores.

A diferencia de sus vecinos del norte, los Kaweshkar eran verdaderos nómadas del mar. Navegaban entre canales y fiordos que serpenteaban islas y archipiélagos casi inhabitables, pues la mayoría carecía de agua dulce y los árboles llegaban hasta la misma costa, dificultando su acceso.

Su verdadero hogar lo constituía la canoa, hecha de corteza de árbol cosida a un armazón de palos. Era lo suficientemente amplia como para albergar a la familia nuclear, conformada por cuatro o cinco personas: el marido, una o dos esposas y un par de hijos, además de un perro. En su construcción colaboraban el suegro y el yerno, pero pertenecía a la mujer, constituyendo el espacio privado femenino. Ella remaba y los hijos se preocupaban de mantener viva la fogata. Colocada sobre una capa de musgos, esta ardía en uno de los extremos de la embarcación, protegida con un toldo de cuero.

El fuego les permitía calentar sus alimentos, que en gran porcentaje provenían del mar (moluscos, crustáceos, peces, lobos marinos) y aves. Choros, cholgas y almejas se abrían con el calor, por lo que no requerían de instrumentos especiales para separar las conchas. También constituía, en la noche, una fuente de abrigo y una buena señal para evitar el choque entre dos canoas que coincidían en el mismo lugar.

Cuando amanecía, la mujer remaba hacia los roqueríos de las islas, para dejar al esposo e hijos varones. Estos permanecían allí todo el día, cazando o pescando. Además, solían recolectar raíces y plantas silvestres, aunque no eran muy aficionados a los alimentos de origen vegetal. La mujer, en el intertanto, dirigía su canoa hacia aguas bajas, donde mariscaba o buceaba con un canasto colgando al cuello, para extraer langostas y erizos. Esta tarea era solo femenina, pues los hombres no sabían nadar. Poco antes del anochecer, remaba hasta donde estaban su marido e hijos, para recogerlos, comer y pasar la noche en la canoa. Si esta se volcaba a causa de tormentas o vientos, los varones morían ahogados. Para protegerse del frío, cubrían sus cuerpos con grasa de lobo marino. Por eso andaban casi desnudos a pesar de las bajas temperaturas. Una especie de capa de cuero de nutria o de lobo marino, anudada al cuello, los protegía de las frecuertes lluvias.

A la llegada de los Españoles se calcula que había alrededor de 2.500 Alacalufes; se estima que en la actualidad aún quedan sobrevivientes mestizos de este pueblo, siempre dedicados a la busqueda de alimentos en las costas y mar, a bordo de canoas y también de botes copiados o comprados.

martes, 15 de junio de 2010

Chonos


Este grupo ocupaba la costa comprendida entre el golfo de Penas y la península de Taitao. Su forma de vida no difería mucho de la de otros grupos canoeros, por cuanto en ocasiones también se establecían en la costa si las condiciones climáticas así lo permitían. Allí construían sus viviendas, en cuya construcción empleaban ramas y cueros. Su alimentación también se basaba en la pesca, recolección de mariscos y algunos vegetales y aves. Estas condiciones hicieron que estos grupos no fuesen muy numerosos.

viernes, 11 de junio de 2010

Changos


En la costa norte, y hasta las inmediaciones del río Aconcagua habitaban los changos, desplazándose de un lugar a otro. Para ello utilizaban sus balsas, confeccionadas con los cueros de cuatro lobos marinos que eran cosidos con los intestinos de los mismos animales. Una vez unidos, los inflaban. Deambulaban por las caletas, donde se establecían para procurar sus alimentos, por lo general mariscos, peces y algunos vegetales que crecen en la costa.

Sus herramientas, anzuelos y arpones, los fabricaban con huesos o conchas de moluscos, mientras que las redes, necesarias para la pesca las hacían utilizando fibras vegetales.

jueves, 10 de junio de 2010

Los primeros habitantes de Chile

Los restos humanos más antiguos encontrados en Chile datan del año 10.000 a.C. y fueron hallados en la región andina de Antofagasta; le siguen los de San Vicente de Tagua-Tagua, fechados hacia el 9.000 a.C. y los de Tierra del Fuego, que se ubican alrededor de los años 9.000 a 8.000 a.C.
Ecológicamente, nuestro territorio presenta una gran variedad de sistemas naturales, los que explican la diversidad de culturas que encontraron los conquistadores españoles al momento de su arribo. Así, es posible identificar cuatro áreas específicas: Norte (desde Arica al Río Aconcagua); Central (desde el Río Aconcagua al Río Biobío); Sur (desde Río Biobío a isla de Chiloé) y, finalmente, el área extremo sur (desde Chiloé al cabo de Hornos).
Desde el punto de vista de su organización, los pueblos originarios de Chile pueden ser clasificados en bandas y tribus.
Una banda es una agrupación pequeña, que no sobrepasa los 30 individuos; es decir, unas dos o tres familias nucleares (padre, madre e hijos). En ocaciones se sumaba a otras debido a ciertas necesidades, tales como la caza de animales de gran tamaño, o a ciertas casualidades, como la varazón de una ballena en una playa. Era nómade, pero tenía un territorio más o menos delimitado que recorría siguiendo las estaciones del año.
Desde el punto de vista social las bandas eran igualitarias; solo tenían diferencia de estatus o posición al interior del grupo, las que se reflejaban en determinadas normas de conducta. Carecían de toda especialización laboral, pero las labores estaban organizadas por sexo y edad. Practicaban el infanticidio, sobre todo femenino, debido a que debían limitar, en forma artificial, el crecimiento de la población, dada la inseguridad en lo relativo al acceso a fuentes alimenticias.
La adopción de la agricultura en aquéllos lugares en que las condiciones medioambientales lo permitían, provocó significativos cambios y algunas bandas se transformaron en tribus.
Las tribus eran agrupaciones mucho más numerosas, superando a veces las 10.000 personas. Este crecimiento se debe, fundamentalmente, a la mayor disponibilidad de alimentos, lo que hizo desaparecer la práctica del infanticidio.
Como eran agricultores, debieron asentarse junto a sus cultivos. Aparecieron las primeras aldeas y las labores agricolas generaron la necesidad de contar con un jefe que las dirigiera, desapareciendo, entonces, la igualdad inicial. Asimismo, surgió la especialización laboral.