viernes, 26 de noviembre de 2010

LOS INICIOS DE UNA VIDA INSTITUCIONAL

De acuerdo con las leyes de Castilla, el Cabildo o Ayuntamiento debía encargarse de la administración de la ciudad. También actuaba como representante del rey en aquellas regiones muy aisladas o sin comunicación con la corte. Lo componían diversos funcionarios: alcaldes, regidores, procurador de la ciudad, mayordomo, escribano,alguacil mayor, alférez real, alarife, fiel ejecutor, pregonero, portero y verdugo.
Los alcaldes presidían las reuniones de los regidores, tomando los acuerdos para la mejor administración de la ciudad; el procurador hacía presente los deseos o reclamos de los vecinos; el mayordomo manejaba los fondos del cabildo; el escribano llevaba las actas de las reuniones; el alguacil mayor era el jefe de policía y alcaide de la cárcel; el alférez real trazaba con los alarifes el plano de la ciudad; el fiel ejecutor debía vigilar que se respetaran los precios fijados por el cabildo; el portero citaba a las reuniones, y el verdugo aplicaba a los delincuentes las penas acordadas por la justicia.
Escuchando los deseos de los vecinos, en junio de 1541 el cabildo eligió gobernador y capitán general a Pedro de Valdivia. El nombramiento, en todo caso, debía ser aprobado por el rey. Esta determinación se adoptó en vista de los rumores que corrían, por boca de los indios, en el sentido de que Diego de Almagro, el Mozo, hijo mestizo del Adelantado, había asesinado a Pizarro. Esto no era efectivo, pero causó gran temor entre los vecinos, por cuanto suponían que, de ser cierto, el rey nombraría un nuevo gobernante para el Perú, quien a su vez reemplazaría a Valdivia como teniente de gobernador, tal como había ocurrido en otras partes de América. A ello se agregaba que, por lo común, aquellos nuevos tenientes estaban facultados para repartir encomiendas de indígenas, autorización que Valdivia no tenía, y las entregaban a quienes los acompañaban. Siendo Valdivia gobernador, podía otorgarlas sin mayor problema.
Antes de aceptar el cargo, Valdivia rehusó tres veces porque, en caso de que los rumores no fuesen ciertos, no quería corromper sus relaciones con Francisco Pizarro, en cuya representación había actuado hasta entonces.-

martes, 23 de noviembre de 2010

SANTIAGO: LOS INICIOS DE LA VIDA URBANA

A comienzos de 1541, los hombres de Valdivia ya habían explorado la zona donde acampaban, descubriendo una especie de isla formada por los dos brazos del río Mapocho, que se separaban a la altura de la actual calle Pío Nono y se juntaban en las cercanías de la Avenida Brasil. Pedro de Valdivia se dio cuenta de que era un lugar estratégico, pues además de la protección de río tenían un cerro, el Huelén (hoy Santa Lucía), que podía servir de atalaya para observar los movimientos indígenas. Decidió entonces, levantar allí la ciudad, desde la cual extendería la conquista del resto del territorio.
Las ciudades fundadas por los españoles en America se delineaban en forma de damero o tablero de ajedrez, con calles que se cortaban en ángulo recto. Cada cuadra estaba dividida en cuatro solares, asignados a los conquistadores de acuerdo a su importancia social y a los aportes económicos que habían efectuado para financiar la campaña. Los solares principales eran los más próximos a la Plaza de Armas (cada ciudad tenía la suya), a cuyos costados debían levantarse la catedral y los edificios del Cabildo, la Real Audiencia (si la había) y el palacio del virrey o gobernador.
El 12 de febrero de 1541 quedó fundada, legalmente al menos, la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo. De inmediato, el alarife Pedro de Gamboa procedió a dividir el terreno en cuadras: de este a oeste (desde el cerro Huelén hasta lo que hoy es la Avenida Brasil) se trazaron 12 manzanas, y de norte a sur, entre los dos brazos del Mapocho, siete u ocho.
Valdivia designó a los vecinos, les entregó solares y prometió darles tierras e indios. No todos merecieron ser vecinos, porque quienes tenían la condición de tales debían cumplir una serie de obligaciones, siendo la principal de ellas contribuir a la defensa de la ciudad y, en caso de ausentarse, dejar a alguien en reemplazo. Tal era el llamado ejército vecinal.
De inmediato comenzaron a construirse las casa, con paredes de ramas recubiertas con barro y techos de paja, muy parecidas a las rucas mapuche.-

martes, 9 de noviembre de 2010

VALDIVIA ORGANIZA UNA NUEVA EMPRESA DE CONQUISTA

Las aspiraciones de Pedro de Valdivia no habían sido totalmente satisfechas con las recompensas que había obtenido y decidió solicitar a Francisco Pizarro la autorización correspondiente para conquistar Chile. Nadie podía creer que renunciara a sus posesiones para lanzarse a la conquista de un territorio pobre y que era defendido con fiereza por sus habitantes nativos. Por eso, cuando levantó bandera de enganche, apenas una decena de soldados acudió a su llamado.
Para financiar la empresa, Valdivia se asoció con el comerciante Francisco Martínez y con el capitán Alonso de Monroy, quien además se enroló en la hueste. Tuvo que admitir en la sociedad a Pedro Sancho de Hoz, quien tenía una capitulación del rey autorizándolo para explorar las tierras al sur del estrecho de Magallanes y el título de gobernador de ellas. Valdivia, en cambio, ostentaba el cargo de teniente de gobernador otorgado por Pizarro, lo que significaba que actuaba en nombre de este.
En enero de 1540, Valdivia salió del Cuzco, tomando la ruta que Almagro hizo al regreso. Confiaba que se le uniesen en el camino, como ocurrió, miembros de otras fracasadas expediciones que recorrían las comarcas vecinas. Así, al llegar a San Pedro de Atacama, donde tuvo enconada resistencia de los Atacameños, ya contaba con 150 hombres y cientos de indigenas yanaconas. Bordeando la orilla oriental del Salar de Atacama, llegó al valle de Copiapó, tomando posesión de él en nombre del rey de España, tal como se les exigía a los conquistadores. Llamó a la región Nueva Extremadura, en un vano intento por borrar el nombre de Chile, que al decir de un contemporáneo, "de solo oírlo todos huyen como si fuera una peste".
Al frente de su hueste cruzó, no sin contratiempos, el desierto y los valles diaguitas. Estando la hueste en Atacama, y mientras Valdivia se hallaba explorando con una avanzada el territorio ubicado más al sur, apareció De Hoz, quien venía con la intención de asesinar al capitán y apoderarse de su empresa. No logró su cometido y Valdivia, aunque tenía poderosas razones para ajusticiarlo, no lo hizo, obligándolo, en cambio, a cederle sus derechos a las tierras situadas más allá del estrecho. Posteriormente, ya fundado Santiago, De Hoz continuó complotando hasta que se le juzgó y condenó a muerte.
Los conquistadores terminaron por arribar al valle de Aconcagua, que estaba bajo el dominio de Michimalonko. Por tal motivo, continuó hacia el sur, donde según supo se hallaban Quilacanta y Vitacura, dos jefes incas enemigos del renombrado toqui mapuche. Cruzó el cordón de Chacabuco y arribó al valle del río Mapocho.

lunes, 8 de noviembre de 2010

ALMAGRO: RECONOCIMIENTO DEL TERRIRORIO, REGRESO AL PERÚ Y MUERTE

Don Diego (como le llamaban desde que el rey de España le otorgó la condición de hidalgo) envió a varios de sus capitanes a recorrer las regiones vecinas. Una de estas expediciones, comandada por Juan de Saavedra, se dirigió a la costa, donde ya había fondeado la nave San Pedro, al mando del piloto Alonso Quintero, en cuyo honor la bahía en la que había recalado fue bautizada con su apellido. Otra, encabezada por el capitán Gómez de Alvarado, tras cruzar ríos, pantanos y selvas, llegó hasta Reinohuelén, en las márgenes del río Itata. Allí fue duramente enfrentada por grupos mapuche en lo que se considera el primer enfrentamiento de la guerra de Arauco. En ninguna parte hallaron ciudades ni indicios del apetecido oro.
La pobreza del territorio y las noticias de que Carlos V había establecido que el Cuzco se encontraba en su gobernación, determinaron el retorno de Almagro al perú. En la primera parte de su viaje de regreso siguió hasta copiapó, entablando cruentas luchas con las poblaciones diaguitas. A fín de evitar las penurias de la trevesía cordillerana, eligió cruzar el desierto de Atacama y los valles de Tarapacá, llegando a Arequipa en febrero de 1537. Allí supo que el Cuzco había sido sitiada por los nativos. De inmediato se dirigió a la sierra, rompió el cerco, entró a la antigua capital imperial y apresó a Hernando y Juan Pizarro, hermano de Francisco, por negarse a entregarle el mando de ella, acto que implicó la ruptura definitiva entre los antiguos socios y amigos.
Pizarro ya había establecido una nueva capital, Lima, también conocida como la ciudad de los reyes por haber sido fundada el 18 de enero de 1535; pero en una actitud que desafiaba lo dispuesto por el rey, no estaba dispuesto a perder el Cuzco, pues suponía que todavía quedaban allí muchos tesoros por encontrar.
La guerra se hizo inevitable. Almagro, anciano, enfermo y desilusionado, hizo todos los esfuerzos para triunfar. Sin embargo, fue incapaz de dirigir la decisiva batalla de Las salinas (28 abril de 1538). Desde una litera contempló cómo sus tropas eran derrotadas por los pizarristas, en cuyas filas se hallaba un destacado capitán de los ejércitos reales, Pedro de Valdivia, recién arribado al perú y que en compensación a sus servicios, recibió una encomienda de indios en el valle de La Canela y una mina de plata en Porco.
El adelantado fue apresado y sometido a rápido juicio, siendo condenado a morir con la pena del garrote. La sentencia se ejecutó el 8 de julio de 1538. Sus tropas, desamparadas y sin esperanzas de lograr riquezas, vagaban por toda la tierra clamando venganza. Se les llamaba "los de Chile", término que pasó a ser sonónimo de miseria y símbolo de pobreza.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

EL PRIMER ESPAÑOL ASENTADO EN CHILE

Un oscuro soldado de la hueste de Pizarro, conocido como Pedro o Gonzalo Calvo Barrientos, condenado a perder las orejas en castigo (según se comenta) por sus reiteradas trampas en los juegos de naipes, avergonzado del hecho y ayudado por amigos incas decidió abandonar Perú. Así llego hasta el valle del río Aconcagua, donde trabó amistad con Michimalonko, convirtiéndose en su asesor militar. Muy pronto adoptó las costumbres mapuche e incluso cambió su nombre por el de Gasco. Al igual que muchos otros españoles en América, se transculturizó y empezó a vivir como un nativo más, rompiendo todos los lazos que le unían a la cultura occidental. Por ello, a pesar de haberse establecido en el entonces llamado valle de Chile, no se le considera su descubridor.

ALMAGRO BUSCA UN REINO LLENO DE RIQUEZAS

Retrato de Diego de Almagro, capitán
español, compañero de Francisco
Pizarro en la conquista de Perú.
Recorrió el territorio Chileno hasta
el valle de Aconcagua.
En Perú, los españoles volvieron a escuchar la historia de que al sur se hallaba un reino aún más rico que el incaico. Almagro, cuyas relaciones con Pizarro estaban muy deterioradas, determinó ir en su busca, considerando que además debía explorar su gobernación.
Organizó la más poderosa hueste vista hasta entonces en América. Quinientos españoles acudieron al llamado enganche. A ellos se sumaron unos cien esclavos negros y miles de yanaconas (indígenas que actuaban, a veces de forma voluntaria, como sirvientes, cargando las armas e incluso los cuerpos de sus amos). También le acompañaban Paulo Inca, miembro de la realeza cuzqueña y un importante sacerdote del sol, el villacumu. Uno de los lugartenientes de Almagro fue Rodrigo Orgóñez, soldado aguerrido e inflexible que en su juventud había servido en las guerras de Italia, ascendiendo de soldado de pica a alférez por su destacado valor. Se halló en la batalla de Pavía, donde fue uno de los cuatro españoles que hicieron prisionero a Francisco I, rey de Francia, a quién puso un puñal en el cuello y respetó cuando este le dijo: "¡Tate, que soy el rey!". Llego a Perú junto a Almagro y se convirtió en su lugarteniente.
Mientras Ruy Díaz, otro de los colaboradores de Almagro, armaba una flota con toda clase de víveres, armas y vestimentas, a mediados de 1535 los soldados partieron del cuzco. Siguieron el camino inca que iba hacia el actual altiplano boliviano, cuyas enormes diferencias de temperatura diurna y nocturna los obligaba a caminar lentamente. Así bordeando los lagos Titicaca y Poopó, llegaron a la localidad de Tupiza, donde se encontraron con un grupo de indígenas que portaba oro para el rescate de Atahualpa, ya ajusticiado por los españoles. Con los corazones llenos de alegría, avanzaron hasta Chicoana, frente al valle de Copiapó, y se aprestaron para cruzar la Cordillera de los Andes, cuyos pasos se hallaban a más de 4.000 metros de altura.
El frío les hizo experimentar muchos sufrimientos. Hombres y caballos morían congelados en la noche y el reflejo del sol en la nieve les provocaba dolorosas quemaduras durante el día. El viento rompía las raídas vestimentas y los yaconas huían abrumados por el maltrato y las condiciones climáticas. Almagro no se desesperó; junto a unos pocos compañeros se adelantó para explorar el terreno en busca de alimentos. Así, el 21 de marzo de 1536 avistó el valle de Copiapó.
Tras reponerse y reaprovisionarse de alimentos (no sin antes haber despojado a los nativos de sus escasos adornos de oro), Almagro enfiló hacia el valle de Chile, como los incas llamaban al del río Aconcagua. Tal nombre provenía de una colonia de mitimaes originaria del río Chile (en las cercanías de la actual provincia peruana de ayacucho) que habían instalado en dicho lugar. Para los incas, Aconcagua era el lugar donde se encontraban "los de Chile".
Todos los cálculos indicaban que se adentraba en tierras ajenas a la Gobernación de Nueva Toledo; pero Almagro y sus compañeros solo ansiaban hallar el reino de El Dorado. Tuvieron varias escaramuzas con los nativos de los valles transversales antes de que, gracias a la ayuda de Calvo Barrientos, lograran instalar su campamento en las riberas del río Aconcagua. Allí, el intérprete indígena Felipillo se dedicó a soliviantar a los aborígenes contra los españoles. No lo logró y huyó, pero Almagro ordenó perseguirlo y descuartizarlo, lo que se hizo con prontitud.

lunes, 18 de octubre de 2010

MAGALLANES: la primera expedición Europea en Chile

Hernando de Magallanes
Hernando de Magallanes fue el descubridor de la Patagonia, Tierra del Fuego y el estrecho que lleva su nombre. Partió del puerto de Sevilla en agosto de 1519, y durante los meses de invierno de 1520 detuvo sus naves en la bahía de San Julián, ubicada en la Patagonia argentina, cerca de los 49º 30' de latitud sur.
El cronista de la expedición, el Italiano Antonio de pigafetta, era natural de la ciudad de Venecia, donde bació a fines del siglo XV. Cuando tuvo noticia de la expedición que preparaba Magallanes, se procuró recomendaciones de la corte de Carlos V, a fin que le permitieran sumarse a los viajeros. Se embarcó en la nave Trinidad, al mando de Magallanes, y volvió a España en  1522, en la victoria, la que era capitaneada por Juan Sebastián Elcano. Tuvo la fortuna de ser uno de los diecisiete sobrevivientes de la expedición que regresaron habiendo dado la vuelta al mundo. Desde el principio del viaje, Pigafetta comenzó a escribir su Diario, único relato original de la travesía y testimonio de incalculable valor para la historia.
Seis años después del paso de Magallanes, por la misma región navegó la armada capitaneada por fray Juan García Jofré de Loaysa, que se dirigía a las islas Molucas, descubiertas por Magallanes, sin dejar mayores noticias de la zona.
Ninguna de estas expediciones anteriores venía con el propósito de descubrir el territorio de nuestro país.

LOS INICIOS DE LA CONQUISTA DE CHILE (1520-1560)

Debido a las falencias económicas de La corona, la conquista de América fue realizada por empresas privadas.
Los conquistadores, gente que buscaba ahínco mejorar su situación social, se lanzaron a recorrer un continente desconocido y también formar sus fortunas personales.
El documento mediante el cual Francisco Pizarro nombró a Pedro de Valdivia
como su teniente de gobernador no ha llegado hasta la actualidad. Se asegura
que el mismo Valdivia lo destruyó al ver que no era nombrado gobernador.

jueves, 7 de octubre de 2010

LOS MAPUCHE: Fiestas y juegos

Los mapuche eran muy aficionados a organizar reuniones familiares, a las que invitaban a amigos de otros linajes. En ellas cantaban y danzaban al son de los tambores, flautas y cascabeles. También hacían largos discursos, pues eran muy buenos oradores. El festejo se prolongaba varios días, hasta que consumían todos los alimentos y la chicha de maíz, frutilla u otros frutos silvestres.
Solían, además juntarse para competir en juegos de destreza física, como carreras y luchas cuerpo a cuerpo. El palín o chueca era el más popular entre los hombres; en ellos también tomaban parte las mujeres y niños, compartiendo comidas y bebidas a medida que los varones se alternaban en este juego, que podía durar varios días.

LOS MAPUCHE: La ceremonia de curación o "machitún"

Cuando alguien enfermaba, se recurría a un curandero llamado machi. En el siglo XVI por lo general este era un hombre que se vestía y actuaba como mujer. Se le atribuían poderes sobrenaturales, ya que podía, como todos los chamanes, comunicarse con los espíritus. Vivía en una ruca aislada que sobresalía de las demás por tener al frente un rehue o poste sagrado.
Al llegar a la ruca del enfermo, donde se hallaban expectantes los parientes, el machi colocaba hojas de canelo, el árbol sagrado mapuche, y las encendía, mientras cantaba y danzaba alrededor del paciente al son del cultrún o tambor sagrado, para invocar la ayuda de los pillanes bienhechores. Cuando la ruca estaba llena de humo, se arrodillaba sobre el paciente, clavando en su pecho un cuchillo. Hurgaba en el interior del cuerpo hasta extraer la causa del mal, representada por lagartijas o insectos, que mostraba a los parientes, asegurándoles haber descubierto al culpable de la enfermedad. Luego cerraba la herida sin que quedara rastro de ella y recetaba hierbas medicinales (boldo, bailahuén, laurel, culén y otras cien especies más). En realidad, el machi no "operaba" al paciente. Usando sus conocimientos de hipnotismo y prestidigitación, creaba un fenómeno de alucinación colectiva.
Si el paciente fallecía, su cadáver era ahumado a fin de velarlo durante varios días, en los cuales demostraban con gritos y lágrimas la tristeza que les provocaba su partida. Cuando ya su nombre no era pronunciado, lo enterraban vestido con sus mejores ropas, acompañado de cántaros con alimentos, chicha, adornos y armas, para que, ya transformado en pillán, protegiese desde el "más allá" a sus deudos. Por lo general los depositaban en el suelo, cubriendo el cuerpo con tierra.  Luego consultaban a un dunguve o adivino, para que identificase al culpable. Una vez individualizado, los parientes del muerto indicaban sus preparativos para vengar la ofensa recibida, tomando la justicia en sus manos. Si no recibían una compensación adecuada, atacaban al linaje del malhechor con el objeto de matar al culpable. Así, los grupos familiares mapuche mantenían rencillas que les impedían unirse para conformar un verdadero pueblo.

LOS MAPUCHE: La familia y las rucas

 La familia mapuche era poligínica; es decir, un hombre podía tener varias esposas al mismo tiempo. Como gran parte de los trabajos agrícolas, ganaderos, textiles, cerámicos y cesteros, además de las tareas domésticas, eran efectuados por las mujeres, para contraer matrimonio se debía compensar al padre de la novia con algunos bienes (animales o tejidos) por la pérdida de la mano de obra que este experimentaba. Por ello, solo los hombres de mayor edad tenían más esposas y eran considerados "ricos". Las mujeres se intercambiaban entre los linajes. De este modo se establecían alianzas para aminorar conflictos entre  ellos y ayudarse en tiempos de guerra.

Las rucas o habitaciones mapuche se construían con ayuda de los parientes a partir de un armazón de madera cubierto de juncos y otros materiales vegetales. Cada esposa disponía de una habitación independiente donde vivía con sus hijos, para quienes cocinaba en un fogón localizado en la esquina y cuyo humo salía por una abertura en el techo. La cantidad de puertas de una ruca, que podía alcanzar hasta veinte metros de largo, indicaba cuantas esposas tenía su dueño; este pernoctaba en el "departamento" de la mujer que le daba de comer.
Dormían sobre pieles colocadas en el suelo, cubiertos con una frazada y apoyando la cabeza en un tronco.
Los hijos varones casados permanecían viviendo junto al padre, levantando sus propias rucas cerca de la del progenitor. Cuando este fallecía, el vástago mayor heredaba todas las esposas, excepto la madre.

LOS MAPUCHE: Los grupos mapuche

El concepto de ser mapuche, no tenía para ellos la misma acepción que para nosotros, ya que, aunque todos se llamaran de la misma manera, no se sentían miembros de un pueblo. por el contrario, indicaba pertenecer a la tierra en que se había nacido. Por lo mismo, quienes venían al mundo en el valle del río Aconcagua no se identificaban con lo que lo hacían en el Mapocho, Maule, Itata, Biobío, Toltén o Chiloé. Así, a pesar de hablar una misma lengua, no constituían un pueblo en el sentido que lo entendemos nosotros. Carecían de historia, emblemas o símbolos comunes; cada linaje solo conservaba su propia tradición oral, que incluía los hechos más importantes en que habían participado ellos y sus jefes.
A esta peculiar forma de organización los antropólogos la llamaban "sociedad segmentada", para indicar que se trata de una serie de grupos de parentesco y territoriales que comparten costumbres sin tener una unidad política.
Se han realizado numerosos intentos por agrupar una sociedad tan heterogénea como la descrita, en conglomerados con costumbres más o menos similares. Así, se han hecho comunes los términos de picunche o "gente del note"; araucanos, para referirse a quienes habitaban entre los ríos Itata y Toltén, y huilliche o "gente del sur". Tales denominativos carecen de sentido, pues cualquier linaje llamaba picunche a sus vecinos del norte y huilliche a los del sur.
Araucanos eran solo los habitantes de la península de Arauco, como bien lo indica Alonso de Ercilla y zúñiga, autor de "La Araucana", poema épico en que se narran las mutuas hazañas de mapuche y españoles durante los primeros años de la conquista. Más apropiado parece diferenciar a la "tribu" mapuche de acuerdo con las características de sus sistemas agrícolas, pues ellos reflejan una determinada forma de uso y tenencia de la tierra, técnicas y formas de trabajo, reglas de matrimonio y densidad demográfica.
Entre los ríos La Ligua y Cachapoal se hallaban linajes mapuche que dependían de la irrigación artificial para cultivar maíz, porotos, choclos, quinua o ají, con aguas que corrían por pequeños canales alimentados por los ríos.
Al sur del Cachapoal y hasta el río Biobío se hallaban los mapuche con agricultura de secano, quienes aprovechaban las lluvias para regar sus sementeras. A este grupo pertenecían los mapuche costeros, quienes complementaban la siembra de productos similares a los anteriores con la pesca y extracción de mariscos y algas marinas. Estos se extendían por el litoral hasta la isla de Chiloé y disponían de canoas confeccionadas con troncos de árboles ahuecados con fuego.
Al sur del Biobío, los linajes mapuche existentes practicaban una agricultura de roza. Abrían claros en las selvas de coigües, robles, máñíos, laureles, canelos y peumos, entre otras especies, mediante el roce a fuego, a fin de disponer de espacios para los cultivos. Aquí a los alimentos ya mencionados agregaban la papa.
En este mismo sector se hallaban los mapuche canoeros, que habitaban algunas islas lacustres, como las del lago Ranco. Todos sabían navegar, ya que al sur del Biobío los ríos eran la única ruta de desplazamiento en los meses de lluvia.
El núcleo de cada una de estas estructuras sociales, conocida como tribu, era el linaje o conjunto de familias que descendían de un antepasado común, denominado pillán. Se suponía que este habitaba en lo alto de las montañas o volcanes, cuyas erupciones eran consideradas demostraciones de la ira provocada por la conducta de sus descendientes. Aunque no se le adoraba en templos, celebraban ceremonias en su honor, los nguillatún, en las que se solicitaban sus favores para obtener buenas cosechas o el término de las calamidades.
El jefe civil del linaje era el lonko (a quien por error se llama cacique, voz que las poblaciones caribeñas daban a sus autoridades), un hombre anciano que hacía de cabeza del grupo familiar. No tenía poderes para hacerse obedecer; su tarea se reducía a aconsejar y solucionar los conflictos entre parientes. También presidía las ceremonias en honor de los espíritus de los antepasados transformados en pillanes (fuerzas protectoras de los parientes vivos), contra la acción de otros espíritus malignos, los huecuves, causantes de desgracias, enfermedades y muertes.
Cada linaje poseía su propio territorio, delimitado con claridad y defendido con celo de la intromisión de otros mapuche vecinos. En el se localizaban las familias extendidas, conformadas por el padre y sus hijos varones casados, quienes continuaban viviendo juntos para defender el espacio en que sus esposas, provenientes de otros linajes, se encargaban de los cultivos.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

LOS MAPUCHE: La sociedad más numerosa de Chile prehispano

A partir de un lugar situado entre los ríos La Ligua y Aconcagua, y hasta el sector norte de la isla de Chiloé, vivía en el siglo XVI el mayor conglomerado poblacional de Chile. Se trataba de más de un millón de personas que hablaban, con ligeras variaciones dialectales, el mapudungún. En dicha lengua se autodenominaban mapuche (sin s final, pues no poseían plural como el español), que significa "gente de la tierra".
Eran de estatura mediana (1.60 metro los hombres y 1.55 las mujeres) y cuerpos bien proporcionados. Tenían la cara redondeada y la frente estrecha; los ojos pequeños de color negro, al igual que el cabello. El cuerpo como el de la mayoría de los nativos americanos, carecía de vellosidades. Al compararlos con otros nativos de américa, los españoles los encontraron hermosos, en especial a las mujeres.

Agricultores Diaguitas

La región de los valles transversales, entre los ríos Copiapó  y Choapa, estaba habitada por pueblos llamados diaguitas, aunque entre ellos solo parecen existir similitudes en los modos de vida, ya que se dedicaban a la agricultura, ganadería y minería.
Cada valle poseía independencia política, y quizás tenía su propia lengua. Estaba dividido en dos secciones: la de arriba, hacia la cordillera, y la de abajo, hacia el mar, con sus respectivos jefes o señores, siendo el más importante el de la mitad de arriba, por cuanto podía controlar el acceso a los recursos hídricos. Este tipo de organización recibe el nombre de sociedad dual y pudo ser impuesta por los incas cuando los conquistaron, alrededor del 1470 d.c.
Sus cultivos, realizado en el fondo de los valles e irrigados por los canales artificiales, eran similares a los de los atacameños, aunque en Copiapó y Huasco sembraban algodón, con el cual confeccionaban camisones sin mangas para cubrir sus cuerpos. A veces los hacían de lana de llama, animal que posiblemente también fue introducido por los incas.
Su ganadería era trashumante; es decir, en verano la llevaban a pastar a la cordillera y en invierno a la costa, dónde proveían de peces, mariscos y cazaban animales marinos. Eran grandes comedores de perdices y guanacos.
Las aldeas eran pequeñas. Sus casas estaban hechas de ramas recubiertas con barro y el techo de paja. Debido a lo perecible del material,  hoy casi no hay rastros de ellas. Almacenaban maíz y otros alimentos en bodegas subterráneas, cuyas paredes cubrían con una gruesa capa de cerámica.
Se desconoce cuáles eran sus ideas religiosas, pero el cuidado que ponían al enterrar a sus muertos indica que pensaban en la existencia de una vida extraterrenal, y quizás en buenos y malos espíritus.
Los primeros diaguitas sepultaban los cadáveres en tumbas a escasa profundidad, rodeándolos de piedras por los cuatro costados. Al interior del rectángulo dejaban cántaros con alimentos y otras ofrendas. Después abrieron tumbas más profundas, protegiendo el cuerpo del difunto con losas de piedra colocadas en forma inclinada. Por último, lograron confeccionar verdaderos ataúdes  de piedra, acompañándolos de alimentos y diversos utensilios. Gracias a la buena preservación de los esqueletos, se sabe que eran altos, comparados con sus vecinos atacameños y mapuches. La estatura media de las mujeres era de 1,65 metro, y la de los hombres 1,70 metro. Los españoles registraron que los diaguitas tenían rostros bien parecidos y buena musculatura.
Eran expertos artesanos metalúrgicos, y a los adornos de oro y plata incorporaron piedras semipreciosas como turquesa y lapislázuli; pero, ante todo, destacaron en la confección de cerámica. Sus vasijas, decoradas con motivos geométricos en rojo, blanco, amarillo y negro, son las más hermosas del Chile prehispano, después de las de Arica, sobresaliendo algunas que, por su forma, se llaman jarropato. De los incas adoptaron el aríbalo, jarrón de cuello angosto y cuerpo ovalado que termina en punta.
Eran poco numerosos, por lo que la conquista inca, y luego la española, los exterminó en menos de 50 años. Esa es la razón del limitado conocimiento que existe sobre ellos.

Agricultores Atacameños


En los oasis de San Pedro de Atacama, a orillas del río Loa y en las quebradas cordilleranas vivió un pueblo agricultor, pastor y minero, denominado Atacameño por los españoles. Se desconoce cómo se llamaban a sí mismos, pues su idioma, el kunza, dejó de hablarse poco después de la conquista hispana.
En el fondo de los valles y en las terrazas construidas en laderas de cerros y quebradas, los atacameños cultivaban especies similares a las de Tarapacá. Recogían frutos de tamarugos y algarrobos; los enormes cactos les proveían de tunas y espinas que empleaban como agujas.
Sus aldeas estaban conformadas por casas de piedra con techos de paja. Tenían una sola habitación, donde cocinaban, comían y dormían. Todos sus habitantes estaban emparentados por vía paterna. constituían un ayllu o linaje, que poseía en común las tierras y animales. Su jefe o señor se distinguía porque portaba valiosos tejidos, adornos de metales preciosos y un tocado de plumas multicolores traídas desde las selvas tropicales. A él le correspondía repartir las tierras, asignando una superficie a cada familia nuclear de acuerdo al número de sus miembros; ejercía justicia, encabezaba el culto a los antepasados y las ceremonias religiosas, y designaba a los jefes guerreros. Todos los trabajos se realizaban en forma comunitaria.
La necesidad de aumentar las escasas tierras agrícolas era el principal motivo de guerra entre las aldeas. Por eso estaban protegidas por un muro defensivo, lo que les daba el aspecto de fortalezas (o pucara, como las llamaban los incas). Por esta misma razón, se levantaban en sitios poco aptos para la agricultura. Restos de ellas aún se conservan en Chiu-chiu, Lasana, Turi y Ayquina, entre otras (actual segunda región, al interior de Calama).
Los ayllu de San Pedro de Atacama, relacionados por vínculos de parentesco entre ellos, construyeron el pucara de Quitor, donde se guarecían durante los ataques enemigos. Enormes bodegas guardaban alimentos para varias semanas.
Vestían una especie de camisón hecho de lana. Los comunes eran del color natural de la piel de llamas o alpacas. Los finos tenían adornos con tinturas rojas, azules, verdes y amarillas. Las mujeres se ponían una faja en la cintura. Por las noches se abrigaban con ponchos y gorros, considerando que las temperaturas nocturnas precordilleranas del norte Chileno bajan de cero grado.
Creían en una vida extraterrenal, por lo que enterraban a sus muertos en tumbas subterráneas, envueltos en mantas y formando una especie de fardo. A su lado dejaban alimentos, armas, utensilios y adornos. La aridez del terreno muy pronto desecaba los cadáveres, convirtiéndolos en momias naturales.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Agricultores de Tarapacá

En la región altiplánica de Tarapacá, en pequeños poblados con casas de piedra y techos de coirón, vivían personas emparentadas con los aimara de Bolivia. Cultivaban papas, que conservaban deshidratadas con chuño en silos de piedra con forma de torres, que en su lengua se denominaban colcas.
Sus actividades más importantes eran de pastoriles. Mantenían enormes rebaños de llamas y alpacas que les proporcionaban lana para confeccionar sus vestimentas; carne, la que también almacenaban deshidratada (charqui), y guano, que usaban como fertilizante y combustible. Las llamas eran, además su medio de carga; les permitían transportar papas para intercambiarlas por otros alimentos y bienes en los valles más bajos o en la costa, ya que en la zona la producción se diferencia por la altura. De este modo, obtenían maíz, ají, pescado ahumado, y algas como el cochayuyo, que les proporcionaba yodo, con el cual evitaban enfermarse del bocio.
por ello no era raro, como ocurría desde muy antiguo, que los hombres guiaran caravanas de llamas, desplazándose de manera permanente entre la cordillera y el litoral. Las recuas seguían rutas que sus antepasados dejaron indicadas en los geoglifos hechos con piedras acumuladas una sobre otra en las laderas de los cerros y quebradas.
En estos desplazamientos era una costumbre que los hombres andinos mascaran hojas de coca, mezcladas con una especie de ceniza, a fin de contrarrestar la fatiga, el hambre y la sed.

En los valles más bajos vivían otros grupos de origen aimara. Uno de ellos eran los pacajes, que habían sido enviados por su señor desde la ribera sur del lago Titicaca a colonizar esas tierras y cultivar maíz. Debían enviarle ese producto a fin de elaborar chicha, bebida indispensable en las ceremonias religiosas y relaciones sociales.
En los valles de Lluta, Azapa y en la quebrada de Camarones vivían los coles, descendientes de los primeros agricultores instalados en la zona, en pequeñas aldeas con casas de adobes o cañas. Cultivaban maíz, porotos, zapallos, ají, camote y árboles frutales como el lúcumo.

Los Aónikenk

En la patagonia habitaban los aónikenk, que también han sido denominados patagones o telehuenche. Es probable que fueran parientes de los selk'nam, pues sus costumbres eran similares, aunque hablaban un lenguaje diferente. Cazaban guanacos y ñandúes con boleadoras, arco y flechas, y recolectaban todo tipo de raíces y semillas silvestres.
Se vestían con capas de piel de guanaco sujetas a la cintura con una faja y cubrían sus pies con una especie de grueso mocasín. Se depilaban el cuerpo y lo adornaban con dibujos en colores negro, rojo y blanco. También se tatuaban los antebrazos, quemando la piel con varitas ardientes.
Cada linaje tenía su jefe y su territorio. La presencia de extraños motivaba cruentas luchas. Al igual que entre los selk'nam, había hombres que desempeñaban el oficio de chamán. Sus creencias mágico-religiosas eran, sin embargo, más sencillas. Sólo se reducían al convencimiento de que en su mundo actuaban espíritus buenos, causantes de las alegrías, y malos, que provocaban daños, enfermedades y la muerte. Sepultaban a los difuntos en compañía de sus armas, utensilios y adornos, en tumbas excavadas en la tierra o en cuevas que cubrían con piedras.
Debido a su alta estatura (1.75 metro, promedio para el hombre), en comparación con la de los europeos (1.55 metro), fueron considerados gigantes por los Magallánicos, al observar las enormes huellas que dejaban sus pies cubiertos con cueros en la arena. Por eso los denominaron patagones y llamaron Patagonia a la tierra en que vivían.

Los Pehuenche

Al sur de los Chiquillanes, y por toda el área donde crecían las araucarias, se desplazaban los pehuenche o "gente de la araucaria". Eran altos y delgados, cubrían su piel con grasa de animal y la adornaban con pinturas azules. Los varones llevaban un moño sobre la cabeza, afirmado con una malla de fibras vegetales, en el cual ensartaban sus flechas. También cruzaban la cordillera en verano, para asaltar o intercambiar bienes con los mapuche.
Su alimantación provenía esencialmente de la caza de guanacos  y de la recolección del pehuén o fruto de la araucaria, que conservaban en depósitos subterráneos cubiertos de agua. Pasaban los inviernos en cuevas o tolderías protegidas con pieles de guanaco.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Los Chiquillanes


En el sector cordillerano desde Santiago hasta la altura de Chillán se localizaban los Chiquillanes, cazadores recolectores que deambulaban por los valles orientales de este. Cazaban guanacos, ñandúes, pumas y otros animales. Como los anteriores, se cubrían con pieles. Practicaban el infanticidio femenino, por lo cual acostumbraban caer en verano sobre las rucas mapuche, para robarles mujeres y alimentos. Otras veces intercambiaban ambos por plumas de ñandú o sal que obtenían de las salinas patagónicas.

martes, 10 de agosto de 2010

Selk'nam, cazadores terrestres insulares


La isla grande de Tierra del Fuego estaba habitada por los Selk'nam, llamados Onas u "hombres del norte" por sus vecinos Yámanas.
Desconocían el arte de navegar, por lo que se supone que ya estaban en esta isla cuando se formó el estrecho de Magallanes, que la separó del continente. Vivían de la caza de guanacos, zorros y aves; recolectaban huevos y gran cantidad de vegetales silvestres. En los roqueríos costeros pescaban, mariscaban y cazaban animales marinos.
Disponían de una amplia variedad de alimentos, por lo que su población era numerosa. Ello los llevó a dividirse en grupos de parientes que tenían su propio territorio, lo cual provocaba guerras cuando estos eran invadidos por personas ajenas al linaje.
Para cazar empleaban arcos de grandes dimensiones (1,60 metro) y lanzas. Las flechas eran transportadas en n carcaj colgado a la espalda. Pescaban con redes y anzuelo, y vestían una capa de cuero de guanaco o zorro previamente curtida, con la piel hacia afuera. Si había mucha nieve, cubrían sus pies con una especie de mocasines de cuero.
Aunque eran nómades, varias familias solían vivir en un mismo lugar. Sus toldos estaban conformados por un armazón de ramas ligeramente entrecruzadas, cubierto por cueros.
Cuando iban de un lugar a otro, pasaban la noche a campo descubierto y levantaban un paravientos con ramas y cueros, a fin de proteger la hoguera que los calentaba.
Tenían perros domésticos que les acompañaban en sus desplazamientos. Los hombres iban con las armas alistadas, para repeler cualquier ataque de enemigos o para cazar animales; las mujeres arrastraban las escasas pertenencias, entre las que se encontraban canastos de fibras vegetales y recipientes de corteza de árboles.
Acostumbraban depilarse el cuerpo con conchas y untarlo con grasa de lobo marino. Ambos sexos solían colocarse especies de collares y brazaletes de concha, huesos o piedras, y adornarse con penachos de plumas.
personaje importante dentro de su organización eran los Chamanes, a quienes se atribuían poderes sobrenaturales. Ellos actuaban como curanderos, sanando enfermedades; magos, encantando con sus canciones a las ballenas para atraerlas hacia la playa, o brujos, para provocar el mal a los enemigos.
Las creencias mágico-religiosas de los selk'nam eran bastante complejas. Presididos por el chamán, practicaban varios ritos de pasaje, o ceremonias destinadas a celebrar el paso de una etapa de la vida a otra. La más importante era llamada hain y se realizaba cuando los hombres y mujeres pasaban de la niñez a la pubertad.
El hain masculino era una especie de escuela donde aprendían a ser hombre. Su parte más importante era el klóketen, ceremonia secreta en la cual se les contaba que, antiguamente, cuando los hombres maltrataban a las mujeres, eran asustados por horrendos espíritus cubiertos por espantosas máscaras, que los obligaban a pedir perdón. Y que cierto día un cazador descubrió que los espíritus eran mujeres disfrazadas y se lo contó al resto. Que entonces decidieron dar muerte a todas las adultas, y conservar solo a las más pequeñas, que no conocían el secreto, y ellos disfrazarse de espíritus para mantenerlas sumisas. Cada vez que se portaban mal, se les aparecían "espíritus" con horribles máscaras, lanzando atemorizadores aullidos. Ninguna resistía estas apariciones y procuraban no merecer tal castigo.
Creían en la existencia de un ser supremo, Temáukel, que habitaba un luminoso lugar más allá del cielo. Pensaban que las estrellas eran agujeros por donde Temáukel vigilaba el comportamiento de sus criaturas.
Era costumbre muy difundida entre salk'nam, kaweshkar y yámanas pintarse el rostro y el cuerpo con rayas y motivos geómetricos de distintos colores. Así cuando estaba por nacerles un hijo, los hombres del primer grupo solían cubrirse de color rojo la cara y adornarse con plumas blancas el hombro derecho y el pecho. Al momento de fallecer un miembro de la familia, todos se coloreaban el rostro de negro. Los yámanas se pintaban cara y cuerpo con tintes rojos, blanco y negro. El primero se utilizaba durante las ceremonias rituales; el blanco simbolizaba la paz, y el negro, el dolor por la muerte de un pariente. Los selk'nam empleaban los mismos pigmentos para denotar un estado de ánimo similar y agregaban motivos azules, verdes y amarillos para mostrar su condición de solteros, casados o viudos, respectivamente.
Los selk'nam practicaban una costumbre denominada couvade en francés, o covada; de acuerdo con la misma, cuando su esposa daba a luz un hijo, el hombre sufría todos los dolores del parto y posparto. Ella paría sola, cerca de un río o la costa. Tras cortar el cordón umbilical y bañarse con el recién nacido, acudía a la choza, donde su marido se retorcía de dolor, cuidándolo, consolándolo y alimentándolo hasta que terminaban sus penurias.
Los onas dividieron la Isla Grande de Tierra del Fuego en numerosos territorios llamados haruwen (tierra) en lengua selk'nam, en cada uno de los cuales vivían grupos ligados por parentesco. Debido a la remota ubicación geográfica, fue una de las pocas zonas en el mundo donde los pueblos originarios pudieron mantener su cultura durante mucho tiempo. Se calcula que en 1880, al llegar el hombre blanco, había una población de 5.000 onas; en 1905, de 500, y 50 en 1920. Hoy solo quedan unos pocos descendientes.

jueves, 29 de julio de 2010

Yámanas o Yaganes

Al sur del estrecho de Magallanes y hasta el cabo de Hornos navegaban otros nómadas del mar, que en su lengua se autodenominaban Yámanas, lo cual significa "seres humanos". También se les conoce como Yaganes.
Incursionaban por los canales e islas llegando hasta las costas de Tierra del Fuego, donde trababan contacto con sus habitantes, los selk'nam. Sus embarcaciones también las construían de corteza de árbol, sobre todo roble. Tenían casi cinco metros de largo y uno de ancho en la parte central, y eran desplazadas por la mujer con un solo remo.
Debido a las condiciones de habitabilidad de las islas del sector, los yámanas pasaban más tiempo en tierra que los kaweshkar. Levantaban toldos cónicos con un armazón de ramas cubierto de pieles, cavando el piso interior para dejarlo a un nivel más bajo que el de la tierra, a fin de defenderse del frío y los vientos. Al medio de la vivienda mantenían una fogata siempre ardiendo. También cubrían su cuerpo con grasa de lobo marino, por lo que su vestimenta se reducía a una corta capa de pieles que les llegaba hasta la cintura. Las mujeres usaban un pequeño taparrabo del mismo material. Durante los meses nevosos, cuando estaban en tierra calzaban mocasines de piel.
Como todos los pueblos del sur, eran expertos fabricantes de cestos, que utilizaban para guardar sus pertenencias, alimentos y trasladar objetos.
Al igual que los kaweshkar, con quienes compartían muchas de sus costumbres y formas de vida, les gustaba llevar adornos, como collares hechos con cuentas de concha o con huesos; pulseras de cuero y diademas de plumas. Ellos no indicaban diferencias sociales, como en otros pueblos, pues al vivir tan aislados entre sí no reconocían más jefe que al padre.
La eventual varazón de una ballena en la playa les daba la ocasión para pasar varios días en la tierra firme. Entonces, construían chozas en forma de colmena, con armazón de ramas recubierto de pieles y pasto. Luego encendían una fogata, para avisar a otras familias y compartir la abundante comida que les regalaba la naturaleza. En esas reuniones los grupos familiares, que pasaban gran parte del año sin verse, se contaban sus historias y recordaban a los antepasados. Allí también aprovechaban de concertar rápidos matrimonios, pues los jóvenes no sabían cuándo volverían a encontrarse. Terminado el banquete, el novio se iba con el padre de la novia hasta que nacía el primer hijo. Cuando enfermaban o cuando la mujer estaba próxima a dar a luz, levantaban su simple choza en una isla por el tiempo que fuese necesario. Si el enfermo fallecía, dejaban en el lugar la armazón de ramas con un trozo de cuero negro flameando al viento, para señalar a sus congéneros que allí moraban los malos espíritus.
A pesar de ser grupos étnicos muy simples en sus tecnologías, kaweshkar y yámanas tenían una compleja creencia religiosa, pues adoraban a un ser supremo invisible, creador y ordenador de los hombres y la naturaleza. Los primeros le denominaban Cholass y los segundos, Watauinewa.
Además suponían que el espíritu de los muertos, cuyos cadáveres enterraban en el suelo de las chozas donde habían fallecido, se dirigía hacia una especie de paraíso, en el cual siempre brillaba el sol; allí iban también los espíritus de quienes morían por inmersión en las heladas aguas sureñas.
Con el correr del tiempo, la llegada de extranjeros (cazadores de lobos marinos, buscadores de oro y agricultores que se asentaron en el antiguo territorio yámana) alteró drásticamente sus modos de vida, su hábitat y sus costumbres. Hacia 1890, ya existía una colonia de más de 300 croatas en dichos parajes.

lunes, 21 de junio de 2010

Los Kaweshkar o Alacalufes


Al sur de los Chonos, y hasta el estrecho de Magallanes, habitaban los Alacalufes. En su lengua, hoy casi desaparecida, estos se autodenominaban Kaweshkar, que quiere decir "hombre", gentilicio que los identificaba como miembros del grupo que navegaba en aquéllos sectores.

A diferencia de sus vecinos del norte, los Kaweshkar eran verdaderos nómadas del mar. Navegaban entre canales y fiordos que serpenteaban islas y archipiélagos casi inhabitables, pues la mayoría carecía de agua dulce y los árboles llegaban hasta la misma costa, dificultando su acceso.

Su verdadero hogar lo constituía la canoa, hecha de corteza de árbol cosida a un armazón de palos. Era lo suficientemente amplia como para albergar a la familia nuclear, conformada por cuatro o cinco personas: el marido, una o dos esposas y un par de hijos, además de un perro. En su construcción colaboraban el suegro y el yerno, pero pertenecía a la mujer, constituyendo el espacio privado femenino. Ella remaba y los hijos se preocupaban de mantener viva la fogata. Colocada sobre una capa de musgos, esta ardía en uno de los extremos de la embarcación, protegida con un toldo de cuero.

El fuego les permitía calentar sus alimentos, que en gran porcentaje provenían del mar (moluscos, crustáceos, peces, lobos marinos) y aves. Choros, cholgas y almejas se abrían con el calor, por lo que no requerían de instrumentos especiales para separar las conchas. También constituía, en la noche, una fuente de abrigo y una buena señal para evitar el choque entre dos canoas que coincidían en el mismo lugar.

Cuando amanecía, la mujer remaba hacia los roqueríos de las islas, para dejar al esposo e hijos varones. Estos permanecían allí todo el día, cazando o pescando. Además, solían recolectar raíces y plantas silvestres, aunque no eran muy aficionados a los alimentos de origen vegetal. La mujer, en el intertanto, dirigía su canoa hacia aguas bajas, donde mariscaba o buceaba con un canasto colgando al cuello, para extraer langostas y erizos. Esta tarea era solo femenina, pues los hombres no sabían nadar. Poco antes del anochecer, remaba hasta donde estaban su marido e hijos, para recogerlos, comer y pasar la noche en la canoa. Si esta se volcaba a causa de tormentas o vientos, los varones morían ahogados. Para protegerse del frío, cubrían sus cuerpos con grasa de lobo marino. Por eso andaban casi desnudos a pesar de las bajas temperaturas. Una especie de capa de cuero de nutria o de lobo marino, anudada al cuello, los protegía de las frecuertes lluvias.

A la llegada de los Españoles se calcula que había alrededor de 2.500 Alacalufes; se estima que en la actualidad aún quedan sobrevivientes mestizos de este pueblo, siempre dedicados a la busqueda de alimentos en las costas y mar, a bordo de canoas y también de botes copiados o comprados.

martes, 15 de junio de 2010

Chonos


Este grupo ocupaba la costa comprendida entre el golfo de Penas y la península de Taitao. Su forma de vida no difería mucho de la de otros grupos canoeros, por cuanto en ocasiones también se establecían en la costa si las condiciones climáticas así lo permitían. Allí construían sus viviendas, en cuya construcción empleaban ramas y cueros. Su alimentación también se basaba en la pesca, recolección de mariscos y algunos vegetales y aves. Estas condiciones hicieron que estos grupos no fuesen muy numerosos.

viernes, 11 de junio de 2010

Changos


En la costa norte, y hasta las inmediaciones del río Aconcagua habitaban los changos, desplazándose de un lugar a otro. Para ello utilizaban sus balsas, confeccionadas con los cueros de cuatro lobos marinos que eran cosidos con los intestinos de los mismos animales. Una vez unidos, los inflaban. Deambulaban por las caletas, donde se establecían para procurar sus alimentos, por lo general mariscos, peces y algunos vegetales que crecen en la costa.

Sus herramientas, anzuelos y arpones, los fabricaban con huesos o conchas de moluscos, mientras que las redes, necesarias para la pesca las hacían utilizando fibras vegetales.

jueves, 10 de junio de 2010

Los primeros habitantes de Chile

Los restos humanos más antiguos encontrados en Chile datan del año 10.000 a.C. y fueron hallados en la región andina de Antofagasta; le siguen los de San Vicente de Tagua-Tagua, fechados hacia el 9.000 a.C. y los de Tierra del Fuego, que se ubican alrededor de los años 9.000 a 8.000 a.C.
Ecológicamente, nuestro territorio presenta una gran variedad de sistemas naturales, los que explican la diversidad de culturas que encontraron los conquistadores españoles al momento de su arribo. Así, es posible identificar cuatro áreas específicas: Norte (desde Arica al Río Aconcagua); Central (desde el Río Aconcagua al Río Biobío); Sur (desde Río Biobío a isla de Chiloé) y, finalmente, el área extremo sur (desde Chiloé al cabo de Hornos).
Desde el punto de vista de su organización, los pueblos originarios de Chile pueden ser clasificados en bandas y tribus.
Una banda es una agrupación pequeña, que no sobrepasa los 30 individuos; es decir, unas dos o tres familias nucleares (padre, madre e hijos). En ocaciones se sumaba a otras debido a ciertas necesidades, tales como la caza de animales de gran tamaño, o a ciertas casualidades, como la varazón de una ballena en una playa. Era nómade, pero tenía un territorio más o menos delimitado que recorría siguiendo las estaciones del año.
Desde el punto de vista social las bandas eran igualitarias; solo tenían diferencia de estatus o posición al interior del grupo, las que se reflejaban en determinadas normas de conducta. Carecían de toda especialización laboral, pero las labores estaban organizadas por sexo y edad. Practicaban el infanticidio, sobre todo femenino, debido a que debían limitar, en forma artificial, el crecimiento de la población, dada la inseguridad en lo relativo al acceso a fuentes alimenticias.
La adopción de la agricultura en aquéllos lugares en que las condiciones medioambientales lo permitían, provocó significativos cambios y algunas bandas se transformaron en tribus.
Las tribus eran agrupaciones mucho más numerosas, superando a veces las 10.000 personas. Este crecimiento se debe, fundamentalmente, a la mayor disponibilidad de alimentos, lo que hizo desaparecer la práctica del infanticidio.
Como eran agricultores, debieron asentarse junto a sus cultivos. Aparecieron las primeras aldeas y las labores agricolas generaron la necesidad de contar con un jefe que las dirigiera, desapareciendo, entonces, la igualdad inicial. Asimismo, surgió la especialización laboral.