En la región altiplánica de Tarapacá, en pequeños poblados con casas de piedra y techos de coirón, vivían personas emparentadas con los aimara de Bolivia. Cultivaban papas, que conservaban deshidratadas con chuño en silos de piedra con forma de torres, que en su lengua se denominaban colcas.
Sus actividades más importantes eran de pastoriles. Mantenían enormes rebaños de llamas y alpacas que les proporcionaban lana para confeccionar sus vestimentas; carne, la que también almacenaban deshidratada (charqui), y guano, que usaban como fertilizante y combustible. Las llamas eran, además su medio de carga; les permitían transportar papas para intercambiarlas por otros alimentos y bienes en los valles más bajos o en la costa, ya que en la zona la producción se diferencia por la altura. De este modo, obtenían maíz, ají, pescado ahumado, y algas como el cochayuyo, que les proporcionaba yodo, con el cual evitaban enfermarse del bocio.
por ello no era raro, como ocurría desde muy antiguo, que los hombres guiaran caravanas de llamas, desplazándose de manera permanente entre la cordillera y el litoral. Las recuas seguían rutas que sus antepasados dejaron indicadas en los geoglifos hechos con piedras acumuladas una sobre otra en las laderas de los cerros y quebradas.
En estos desplazamientos era una costumbre que los hombres andinos mascaran hojas de coca, mezcladas con una especie de ceniza, a fin de contrarrestar la fatiga, el hambre y la sed.
En los valles más bajos vivían otros grupos de origen aimara. Uno de ellos eran los pacajes, que habían sido enviados por su señor desde la ribera sur del lago Titicaca a colonizar esas tierras y cultivar maíz. Debían enviarle ese producto a fin de elaborar chicha, bebida indispensable en las ceremonias religiosas y relaciones sociales.
En los valles de Lluta, Azapa y en la quebrada de Camarones vivían los coles, descendientes de los primeros agricultores instalados en la zona, en pequeñas aldeas con casas de adobes o cañas. Cultivaban maíz, porotos, zapallos, ají, camote y árboles frutales como el lúcumo.
miércoles, 22 de septiembre de 2010
Los Aónikenk
En la patagonia habitaban los aónikenk, que también han sido denominados patagones o telehuenche. Es probable que fueran parientes de los selk'nam, pues sus costumbres eran similares, aunque hablaban un lenguaje diferente. Cazaban guanacos y ñandúes con boleadoras, arco y flechas, y recolectaban todo tipo de raíces y semillas silvestres.
Se vestían con capas de piel de guanaco sujetas a la cintura con una faja y cubrían sus pies con una especie de grueso mocasín. Se depilaban el cuerpo y lo adornaban con dibujos en colores negro, rojo y blanco. También se tatuaban los antebrazos, quemando la piel con varitas ardientes.
Cada linaje tenía su jefe y su territorio. La presencia de extraños motivaba cruentas luchas. Al igual que entre los selk'nam, había hombres que desempeñaban el oficio de chamán. Sus creencias mágico-religiosas eran, sin embargo, más sencillas. Sólo se reducían al convencimiento de que en su mundo actuaban espíritus buenos, causantes de las alegrías, y malos, que provocaban daños, enfermedades y la muerte. Sepultaban a los difuntos en compañía de sus armas, utensilios y adornos, en tumbas excavadas en la tierra o en cuevas que cubrían con piedras.
Debido a su alta estatura (1.75 metro, promedio para el hombre), en comparación con la de los europeos (1.55 metro), fueron considerados gigantes por los Magallánicos, al observar las enormes huellas que dejaban sus pies cubiertos con cueros en la arena. Por eso los denominaron patagones y llamaron Patagonia a la tierra en que vivían.
Se vestían con capas de piel de guanaco sujetas a la cintura con una faja y cubrían sus pies con una especie de grueso mocasín. Se depilaban el cuerpo y lo adornaban con dibujos en colores negro, rojo y blanco. También se tatuaban los antebrazos, quemando la piel con varitas ardientes.
Cada linaje tenía su jefe y su territorio. La presencia de extraños motivaba cruentas luchas. Al igual que entre los selk'nam, había hombres que desempeñaban el oficio de chamán. Sus creencias mágico-religiosas eran, sin embargo, más sencillas. Sólo se reducían al convencimiento de que en su mundo actuaban espíritus buenos, causantes de las alegrías, y malos, que provocaban daños, enfermedades y la muerte. Sepultaban a los difuntos en compañía de sus armas, utensilios y adornos, en tumbas excavadas en la tierra o en cuevas que cubrían con piedras.
Debido a su alta estatura (1.75 metro, promedio para el hombre), en comparación con la de los europeos (1.55 metro), fueron considerados gigantes por los Magallánicos, al observar las enormes huellas que dejaban sus pies cubiertos con cueros en la arena. Por eso los denominaron patagones y llamaron Patagonia a la tierra en que vivían.
Los Pehuenche
Al sur de los Chiquillanes, y por toda el área donde crecían las araucarias, se desplazaban los pehuenche o "gente de la araucaria". Eran altos y delgados, cubrían su piel con grasa de animal y la adornaban con pinturas azules. Los varones llevaban un moño sobre la cabeza, afirmado con una malla de fibras vegetales, en el cual ensartaban sus flechas. También cruzaban la cordillera en verano, para asaltar o intercambiar bienes con los mapuche.
Su alimantación provenía esencialmente de la caza de guanacos y de la recolección del pehuén o fruto de la araucaria, que conservaban en depósitos subterráneos cubiertos de agua. Pasaban los inviernos en cuevas o tolderías protegidas con pieles de guanaco.
lunes, 6 de septiembre de 2010
Los Chiquillanes

En el sector cordillerano desde Santiago hasta la altura de Chillán se localizaban los Chiquillanes, cazadores recolectores que deambulaban por los valles orientales de este. Cazaban guanacos, ñandúes, pumas y otros animales. Como los anteriores, se cubrían con pieles. Practicaban el infanticidio femenino, por lo cual acostumbraban caer en verano sobre las rucas mapuche, para robarles mujeres y alimentos. Otras veces intercambiaban ambos por plumas de ñandú o sal que obtenían de las salinas patagónicas.
martes, 10 de agosto de 2010
Selk'nam, cazadores terrestres insulares

La isla grande de Tierra del Fuego estaba habitada por los Selk'nam, llamados Onas u "hombres del norte" por sus vecinos Yámanas.
Desconocían el arte de navegar, por lo que se supone que ya estaban en esta isla cuando se formó el estrecho de Magallanes, que la separó del continente. Vivían de la caza de guanacos, zorros y aves; recolectaban huevos y gran cantidad de vegetales silvestres. En los roqueríos costeros pescaban, mariscaban y cazaban animales marinos.
Disponían de una amplia variedad de alimentos, por lo que su población era numerosa. Ello los llevó a dividirse en grupos de parientes que tenían su propio territorio, lo cual provocaba guerras cuando estos eran invadidos por personas ajenas al linaje.
Para cazar empleaban arcos de grandes dimensiones (1,60 metro) y lanzas. Las flechas eran transportadas en n carcaj colgado a la espalda. Pescaban con redes y anzuelo, y vestían una capa de cuero de guanaco o zorro previamente curtida, con la piel hacia afuera. Si había mucha nieve, cubrían sus pies con una especie de mocasines de cuero.
Aunque eran nómades, varias familias solían vivir en un mismo lugar. Sus toldos estaban conformados por un armazón de ramas ligeramente entrecruzadas, cubierto por cueros.
Cuando iban de un lugar a otro, pasaban la noche a campo descubierto y levantaban un paravientos con ramas y cueros, a fin de proteger la hoguera que los calentaba.
Tenían perros domésticos que les acompañaban en sus desplazamientos. Los hombres iban con las armas alistadas, para repeler cualquier ataque de enemigos o para cazar animales; las mujeres arrastraban las escasas pertenencias, entre las que se encontraban canastos de fibras vegetales y recipientes de corteza de árboles.
Acostumbraban depilarse el cuerpo con conchas y untarlo con grasa de lobo marino. Ambos sexos solían colocarse especies de collares y brazaletes de concha, huesos o piedras, y adornarse con penachos de plumas.
personaje importante dentro de su organización eran los Chamanes, a quienes se atribuían poderes sobrenaturales. Ellos actuaban como curanderos, sanando enfermedades; magos, encantando con sus canciones a las ballenas para atraerlas hacia la playa, o brujos, para provocar el mal a los enemigos.
Las creencias mágico-religiosas de los selk'nam eran bastante complejas. Presididos por el chamán, practicaban varios ritos de pasaje, o ceremonias destinadas a celebrar el paso de una etapa de la vida a otra. La más importante era llamada hain y se realizaba cuando los hombres y mujeres pasaban de la niñez a la pubertad.
El hain masculino era una especie de escuela donde aprendían a ser hombre. Su parte más importante era el klóketen, ceremonia secreta en la cual se les contaba que, antiguamente, cuando los hombres maltrataban a las mujeres, eran asustados por horrendos espíritus cubiertos por espantosas máscaras, que los obligaban a pedir perdón. Y que cierto día un cazador descubrió que los espíritus eran mujeres disfrazadas y se lo contó al resto. Que entonces decidieron dar muerte a todas las adultas, y conservar solo a las más pequeñas, que no conocían el secreto, y ellos disfrazarse de espíritus para mantenerlas sumisas. Cada vez que se portaban mal, se les aparecían "espíritus" con horribles máscaras, lanzando atemorizadores aullidos. Ninguna resistía estas apariciones y procuraban no merecer tal castigo.
Creían en la existencia de un ser supremo, Temáukel, que habitaba un luminoso lugar más allá del cielo. Pensaban que las estrellas eran agujeros por donde Temáukel vigilaba el comportamiento de sus criaturas.
Era costumbre muy difundida entre salk'nam, kaweshkar y yámanas pintarse el rostro y el cuerpo con rayas y motivos geómetricos de distintos colores. Así cuando estaba por nacerles un hijo, los hombres del primer grupo solían cubrirse de color rojo la cara y adornarse con plumas blancas el hombro derecho y el pecho. Al momento de fallecer un miembro de la familia, todos se coloreaban el rostro de negro. Los yámanas se pintaban cara y cuerpo con tintes rojos, blanco y negro. El primero se utilizaba durante las ceremonias rituales; el blanco simbolizaba la paz, y el negro, el dolor por la muerte de un pariente. Los selk'nam empleaban los mismos pigmentos para denotar un estado de ánimo similar y agregaban motivos azules, verdes y amarillos para mostrar su condición de solteros, casados o viudos, respectivamente.
Los selk'nam practicaban una costumbre denominada couvade en francés, o covada; de acuerdo con la misma, cuando su esposa daba a luz un hijo, el hombre sufría todos los dolores del parto y posparto. Ella paría sola, cerca de un río o la costa. Tras cortar el cordón umbilical y bañarse con el recién nacido, acudía a la choza, donde su marido se retorcía de dolor, cuidándolo, consolándolo y alimentándolo hasta que terminaban sus penurias.
Los onas dividieron la Isla Grande de Tierra del Fuego en numerosos territorios llamados haruwen (tierra) en lengua selk'nam, en cada uno de los cuales vivían grupos ligados por parentesco. Debido a la remota ubicación geográfica, fue una de las pocas zonas en el mundo donde los pueblos originarios pudieron mantener su cultura durante mucho tiempo. Se calcula que en 1880, al llegar el hombre blanco, había una población de 5.000 onas; en 1905, de 500, y 50 en 1920. Hoy solo quedan unos pocos descendientes.
Desconocían el arte de navegar, por lo que se supone que ya estaban en esta isla cuando se formó el estrecho de Magallanes, que la separó del continente. Vivían de la caza de guanacos, zorros y aves; recolectaban huevos y gran cantidad de vegetales silvestres. En los roqueríos costeros pescaban, mariscaban y cazaban animales marinos.
Disponían de una amplia variedad de alimentos, por lo que su población era numerosa. Ello los llevó a dividirse en grupos de parientes que tenían su propio territorio, lo cual provocaba guerras cuando estos eran invadidos por personas ajenas al linaje.
Para cazar empleaban arcos de grandes dimensiones (1,60 metro) y lanzas. Las flechas eran transportadas en n carcaj colgado a la espalda. Pescaban con redes y anzuelo, y vestían una capa de cuero de guanaco o zorro previamente curtida, con la piel hacia afuera. Si había mucha nieve, cubrían sus pies con una especie de mocasines de cuero.
Aunque eran nómades, varias familias solían vivir en un mismo lugar. Sus toldos estaban conformados por un armazón de ramas ligeramente entrecruzadas, cubierto por cueros.
Cuando iban de un lugar a otro, pasaban la noche a campo descubierto y levantaban un paravientos con ramas y cueros, a fin de proteger la hoguera que los calentaba.
Tenían perros domésticos que les acompañaban en sus desplazamientos. Los hombres iban con las armas alistadas, para repeler cualquier ataque de enemigos o para cazar animales; las mujeres arrastraban las escasas pertenencias, entre las que se encontraban canastos de fibras vegetales y recipientes de corteza de árboles.
Acostumbraban depilarse el cuerpo con conchas y untarlo con grasa de lobo marino. Ambos sexos solían colocarse especies de collares y brazaletes de concha, huesos o piedras, y adornarse con penachos de plumas.
personaje importante dentro de su organización eran los Chamanes, a quienes se atribuían poderes sobrenaturales. Ellos actuaban como curanderos, sanando enfermedades; magos, encantando con sus canciones a las ballenas para atraerlas hacia la playa, o brujos, para provocar el mal a los enemigos.
Las creencias mágico-religiosas de los selk'nam eran bastante complejas. Presididos por el chamán, practicaban varios ritos de pasaje, o ceremonias destinadas a celebrar el paso de una etapa de la vida a otra. La más importante era llamada hain y se realizaba cuando los hombres y mujeres pasaban de la niñez a la pubertad.
El hain masculino era una especie de escuela donde aprendían a ser hombre. Su parte más importante era el klóketen, ceremonia secreta en la cual se les contaba que, antiguamente, cuando los hombres maltrataban a las mujeres, eran asustados por horrendos espíritus cubiertos por espantosas máscaras, que los obligaban a pedir perdón. Y que cierto día un cazador descubrió que los espíritus eran mujeres disfrazadas y se lo contó al resto. Que entonces decidieron dar muerte a todas las adultas, y conservar solo a las más pequeñas, que no conocían el secreto, y ellos disfrazarse de espíritus para mantenerlas sumisas. Cada vez que se portaban mal, se les aparecían "espíritus" con horribles máscaras, lanzando atemorizadores aullidos. Ninguna resistía estas apariciones y procuraban no merecer tal castigo.
Creían en la existencia de un ser supremo, Temáukel, que habitaba un luminoso lugar más allá del cielo. Pensaban que las estrellas eran agujeros por donde Temáukel vigilaba el comportamiento de sus criaturas.
Era costumbre muy difundida entre salk'nam, kaweshkar y yámanas pintarse el rostro y el cuerpo con rayas y motivos geómetricos de distintos colores. Así cuando estaba por nacerles un hijo, los hombres del primer grupo solían cubrirse de color rojo la cara y adornarse con plumas blancas el hombro derecho y el pecho. Al momento de fallecer un miembro de la familia, todos se coloreaban el rostro de negro. Los yámanas se pintaban cara y cuerpo con tintes rojos, blanco y negro. El primero se utilizaba durante las ceremonias rituales; el blanco simbolizaba la paz, y el negro, el dolor por la muerte de un pariente. Los selk'nam empleaban los mismos pigmentos para denotar un estado de ánimo similar y agregaban motivos azules, verdes y amarillos para mostrar su condición de solteros, casados o viudos, respectivamente.
Los selk'nam practicaban una costumbre denominada couvade en francés, o covada; de acuerdo con la misma, cuando su esposa daba a luz un hijo, el hombre sufría todos los dolores del parto y posparto. Ella paría sola, cerca de un río o la costa. Tras cortar el cordón umbilical y bañarse con el recién nacido, acudía a la choza, donde su marido se retorcía de dolor, cuidándolo, consolándolo y alimentándolo hasta que terminaban sus penurias.
Los onas dividieron la Isla Grande de Tierra del Fuego en numerosos territorios llamados haruwen (tierra) en lengua selk'nam, en cada uno de los cuales vivían grupos ligados por parentesco. Debido a la remota ubicación geográfica, fue una de las pocas zonas en el mundo donde los pueblos originarios pudieron mantener su cultura durante mucho tiempo. Se calcula que en 1880, al llegar el hombre blanco, había una población de 5.000 onas; en 1905, de 500, y 50 en 1920. Hoy solo quedan unos pocos descendientes.
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